DÍA 9 - JUAN PABLO II: LA ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

«Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». Colosenses 3:2

Una oración después de la comunión cambió mi vida. Tenía trece años y el Papa San Juan Pablo II estaba de visita en Australia. Mi padre me llevó a una enorme Misa al aire libre. No fue mi oración la que cambió mi vida, sino la oración de San Juan Pablo II. Su testimonio. Su ejemplo.

¿Alguna vez viste rezar al Papa San Juan Pablo II? Cada mañana celebraba Misa en su capilla privada con unos veinte invitados. Quizá conozcas a alguien que tuvo la suerte de asistir. O tal vez hayas visto imágenes de televisión de una de esas Misas.


Cuando este hombre se arrodillaba para rezar después de la Comunión, cerraba los ojos y se iba a un lugar muy profundo de mismo. Una vez allí, nada ni nadie podía distraerlo de la comunión con Dios. ¿Qué significa estar en comunión con Dios? Compartir tus pensamientos y sentimientos íntimos. El Papa San Juan Pablo II iba a ese lugar profundo dentro de mismo, y de ese lugar sacaba el fruto de su vida: sabiduría, compasión, generosidad, comprensión, paciencia, valentía, perspicacia, perdón, humildad, inspiración y un amor tan evidente que casi se podía tocar.


En esos momentos después de la Comunión, no permitía que nada lo distrajera

de su oración. No dejaba que nada desviara su atención de su Divino Visitante en esos preciosos momentos después de recibir el Santísimo Sacramento.

Lo asombroso es que, si pusiéramos al mismo hombre en un estadio de fútbol

con cien mil personas y un millón más de distracciones, él seguiría arrodillado después de la


Comunión, cerraría los ojos, e iría a ese lugar profundo dentro de él donde se conectaba con Dios. Y vivía su vida desde ese lugar.


Encuentra ese lugar dentro de ti. Encuentra ese lugar en lo más profundo de ti mismo, el lugar donde puedes conectar con Dios y con tu verdadero yo. Si no haces nada más en tu vida, encuentra ese lugar, pasa más y más tiempo en ese lugar, y comienza a vivir tu vida desde ese lugar profundo.

¿Cómo puedes encontrar ese lugar profundo dentro de ti? Hay una manera que puedo garantizar que funcionará. Hazte amigo del silencio. No estoy sugiriendo que pases cuatro, cinco o seis horas al día en silencio. Acércate a una iglesia durante el día, cuando esté vacía y en silencio. Busca un rincón tranquilo y una silla cómoda en casa. Deja la música apagada en el auto de camino al trabajo. Pasa una tarde sin televisión una vez a la semana. Pruébalo. Funciona. Si quieres vivir desde lo más profundo de ti mismo, visita cada día el aula del silencio durante unos minutos.

El Papa San Juan Pablo II escribió: «La Eucaristía es el secreto de mi jornada. Da fuerza y sentido a todas mis actividades de servicio a la Iglesia y al mundo entero… Dejen que Jesús sacramentado les hable al corazón. Él es la verdadera respuesta de vida que buscan ustedes. Él permanece aquí con nosotros: Él es Dios con nosotros. Búsquenlo sin cansarse, acójanlo sin reservas, ámenlo sin interrupción: hoy, mañana, siempre».

¿Cuál es el secreto de tu día?

Confía. Entrégate. Cree. Recibe.

LECCIÓN

Hazte amigo del silencio, para encontrar y pasar tiempo en ese lugar profundo dentro de ti, donde eres capaz de conectar con tu ser más verdadero y con Dios. Mientras más tiempo pases en silencio, más capaz serás de vivir tu vida desde ese lugar profundo.

VIRTUD DEL DÍA

La atención: la virtud de la atención es un signo del cuidado a los demás y del cuidado del alma, que es un don inconmensurable de Dios. Las personas atentas se fijan en las cosas, en su interior, en las situaciones y circunstancias de la vida cotidiana y en los demás. Se fijan en la persona que más sufre. La atención sostenida en la oración se desarrolla practicando la atención sostenida en nuestro trabajo y con otras personas. Presta toda tu atención a la persona que tienes delante en cada momento.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús,

creo que estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Cada día anhelo más de Ti.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.

Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.

eres el sanador de mi alma.

Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,

la oscuridad de mi mente,

y la dureza de mi corazón.

Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.

Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.

Amén.