DÍA 6 - SEIS MOMENTOS ESPIRITUALES DEFINITORIOS

«Este es el día que el SEÑOR ha hecho, regocijémonos y alegrémonos en él». Salmo 118:24

1/6/20257 min leer

La vida espiritual es el principal de los esfuerzos serios. Algo que es serio es exigente y requiere una consideración cuidadosa y una aplicación seria. Nuestra necesidad de profundidad y seriedad se satisface mejor con una rica vida interior.

La vida espiritual se compone de estaciones, e incluso en los momentos más oscuros es importante recordarnos a nosotros mismos que la primavera volverá de nuevo. Lo que no cambia nos permite dar sentido al cambio. Las seis lecciones que voy a compartir contigo me han servido en todas las temporadas.

En los últimos treinta y cinco años, he experimentado muchos cambios en mi vida espiritual: largos periodos de gran consistencia espiritual; otros periodos en los que he sido inconsistente en mi oración; tiempos de resistencia y tiempos de entrega; tiempos de gran paciencia y tiempos de impaciencia egoísta; periodos en los que no podía esperar a llegar a la oración y periodos en los que tenía que forzarme a mismo para seguir apareciendo; días en los que sentía el calor del amor de Dios llenando todo mi ser y días en los que sentía tanto frío que parecía que Él no podía estar más lejos de mí; semanas en las que sentía que estaba en la niebla más densa y meses en los que veía las cosas con gran claridad; temporadas de prueba en las que nada parecía salir bien y temporadas de triunfo en las que parecía que nada podía salir mal.

Las seis lecciones que voy a describirte tuvieron un impacto sísmico en mi vida interior y exterior, y estoy seguro de que también tendrán un gran impacto en tu vida. La definición de sísmico es «de enormes proporciones o efecto»; utilizo aquí esa palabra muy deliberadamente.

El primer cambio: simplemente empieza la conversación. Este es el primer cambio sísmico en la vida espiritual. La oración es una conversación. Una vez que la conversación ha comenzado, puede conducir a cualquier parte. Lo más importante es que conducirá a los lugares a los que debe conducir. Nunca subestimes la importancia de iniciar una conversación. Esto es cierto con tus amigos y colegas, tus hermanos y hermanas, tu cónyuge e hijos y, por supuesto, con Dios.

Este primer cambio requiere que hagamos el viaje de la cabeza al corazón, que pasemos de un tipo de oración pensante a un estilo de oración relacional. Se trata de aprender a rezar con el corazón.

El segundo cambio: pedir a Dios lo que Él quiere. El segundo de estos cambios sísmicos ocurre dentro de la conversación cuando dejamos de pedirle a Dios lo que queremos y empezamos a pedirle lo que Él quiere.

La mayoría de las oraciones masculladas y murmuradas, susurradas y gritadas en el planeta hoy le pedirán a Dios alguna cosa. Este segundo cambio es sísmico porque es cuando empezamos a hacer la Gran Pregunta: «Dios, ¿qué crees que debo hacer?».

Cuando empezamos a pedirle a Dios consejo, dirección, inspiración y guía, es un momento significativo. Cuando dejamos de pedirle cosas, favores y que se haga nuestra voluntad, empezamos a abrirnos a mucho más que Su voluntad. Nos abrimos a Su sabiduría. A medida que maduramos espiritualmente, nos damos cuenta de que querer cualquier cosa que no sea la voluntad de Dios es insensato e inútil. Sin embargo, en las primeras etapas de nuestro desarrollo espiritual, la voluntad de Dios puede parecer pesada, restrictiva y agobiante, aunque lo opuesto sea cierto.

Otra cosa que ocurre cuando preguntamos a Dios sobre Sus caminos y planes es que empezamos a adoptar una curiosidad espiritual. Esta curiosidad por Dios y por sus sueños para nosotros y para el mundo puede ser increíblemente estimulante. Transforma el modo en que nos vemos a nosotros mismos, a los demás, a la creación, a la sociedad y, por supuesto, al propio Dios.

Conseguir lo que queremos no nos hace felices. Sabemos eso por experiencia. El sabio busca la voluntad de Dios en todas las cosas.

El tercer cambio: entrégate a la oración. El tercer cambio sísmico que ocurre en la vida interior es cuando dejamos de hacer nuestra oración y empezamos a entregarnos a la oración.

Entregarse a la oración significa hacer acto de presencia y dejar que Dios haga lo que quiera contigo durante ese tiempo de oración. Significa dejar de lado las expectativas y las agendas para nuestro tiempo con Dios. Significa desprenderse de los sentimientos que la oración provoca en nosotros.

En Los siete niveles de intimidad, introduje el concepto de atemporalidad despreocupada. La atemporalidad despreocupada es la razón por la que los jóvenes se enamoran con tanta facilidad, y la falta de atemporalidad despreocupada es la razón por la que tantas parejas se desenamoran. ¿Qué es la atemporalidad despreocupada? Pasar tiempo juntos sin una agenda.

El tercer cambio sísmico de la vida espiritual requiere que nos entreguemos a la experiencia y que creamos que Dios está obrando en nosotros incluso cuando parece que no estamos logrando nada. Se trata de disfrutar de una cierta atemporalidad despreocupada con Dios.

Lo que lo hace difícil es que gran parte de nuestras vidas se centra en hacer y cumplir. Este cambio requiere que nos dejemos llevar y nos centremos en ser. El cambio de hacer oración a entregarnos a la oración puede parecer sutil, pero la realidad es que es uno de los cambios interiores más significativos que pueden tener lugar en nuestras almas.

El cuarto cambio: transformar todo en oración. La oración no es una actividad que abarca una pequeña porción de nuestros días. Es una forma de vida. La oración despierta nuestros sentidos espirituales y nos hacemos conscientes de que Dios está a nuestro lado a lo largo del día. No es que Él esté en nuestra presencia, sino que nosotros estamos continuamente en Su presencia. El cuarto cambio sísmico se produce cuando descubrimos que toda actividad puede transformarse en oración ofreciéndosela a Dios. «Reza constantemente» era la invitación de San Pablo, y es un hermoso principio espiritual.

Aprender a transformar las actividades cotidianas en oración fue una de las mayores lecciones espirituales de mi vida. Ofrece la siguiente hora de tu trabajo a un amigo enfermo. Ofrece a Dios la tarea que menos te gustaría hacer hoy como una oración por la persona que sabes que más está sufriendo hoy, y haz esa tarea con gran amor, mejor de lo que nunca la has hecho. Ofrece cada tarea, de una en una, a Dios como una oración por una intención específica, y hazlo con amor.

El quinto cambio: ponte a disposición. ¿Deseas conocer el secreto de la felicidad suprema? Despoja tu corazón de todo lo que te haga menos disponible para Dios. La alegría que experimentamos es proporcional a lo disponibles que estemos

para Dios.

El quinto cambio consiste en estar cien por ciento disponibles para Dios. La consagración consiste, en definitiva, en ponernos a disposición de Dios. La oración consiste en ponernos a disposición de Dios.

A través de la oración, nuestra conciencia espiritual se afina constantemente, y mientras más se afina, más nos damos cuenta de que muy pocas cosas importan realmente. El reto, por tanto, es centrarnos en las cosas que realmente importan. ¿Está tu vida centrada en las cosas que más importan?

El quinto cambio sísmico en la vida espiritual es la disponibilidad. Se trata de entregarnos a nosotros mismos, nuestro plan y nuestras vidas a Dios. Es a través de esta entrega que tiene lugar nuestra transformación definitiva. Es a través de esta entrega que nos hacemos cien por ciento disponibles a Dios, permitiéndole que nos transforme a nosotros y a nuestras vidas.

¿Hasta qué punto estás disponible para Dios? ¿Estás listo para entregarte y estar completamente disponible para Él?

El sexto cambio: sigue haciendo acto de presencia. Pase lo que pase, sigue yendo a rezar. Sigue yendo a Misa. Sigue acudiendo a tus rutinas y rituales espirituales. Exploraremos este sexto cambio con más detalle mañana, pero por ahora, basta con ser conscientes de que no se trata de lo que estamos haciendo. Se trata de lo que Dios está haciendo en nosotros, a través de nosotros y con nosotros, cuando hacemos acto de presencia.

Es importante recordar que Dios hace todo el trabajo pesado en la vida espiritual. Los seis cambios sísmicos son cosas que Dios hace en nosotros. Todo lo que Él pide es que nos abramos a Él y cooperemos. Si empezamos a sentirnos abrumados espiritualmente, es muy probable que hayamos confundido nuestro papel con el de Dios.

La Eucaristía inunda nuestras almas con la gracia necesaria para responder a estos seis cambios sísmicos con valentía y sabiduría. Cada vez que recibimos a Jesús en la Eucaristía, pasamos tiempo en la presencia de la Eucaristía, o reconocemos la presencia de Jesús en un tabernáculo, nuestras almas se inundan de gracia.

Consagrarse a Jesús en la Eucaristía implica estos seis cambios espirituales. Llegaremos a estos seis momentos significativos de la vida espiritual de forma orgánica si nos mantenemos comprometidos con el camino. Este proceso de consagración nos hará conscientes de todos ellos a lo largo de estos treinta y tres días.

Confía. Entrégate. Cree. Recibe.

LECCIÓN

La vida espiritual no consiste en lo que hacemos. Se trata de lo que Dios hace en nosotros, a través de nosotros y con nosotros, cuando nos entregamos y nos ponemos a su disposición.


VIRTUD DEL DÍA

La entrega: la virtud de la entrega conduce a la tranquilidad. Si te encuentras luchando con cada situación o batallando con cada persona, es hora de explorar por qué insistes tanto en imponer tu voluntad a cada persona y situación. El secreto de entregarse a Dios es conocer tus responsabilidades y tener claras las Suyas. Nuestra disposición a rendirnos dice mucho de nuestra comprensión de Dios.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús,

creo que estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Cada día anhelo más de Ti.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.

Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.

eres el sanador de mi alma.

Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,

la oscuridad de mi mente, y la dureza de mi corazón.

Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas. Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.

Amén.