DÍA 26 - TU PRIMERA COMUNIÓN

«¿Y qué es lo que demanda el SEÑOR de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?» Miqueas 6:8

Tu Primera Comunión fue un acontecimiento histórico. Mientras exploramos la historia de la Eucaristía, es muy importante que tengas en cuenta que ocupas un lugar en esa historia, y que todo comenzó con tu Primera Comunión.

Algunos la recordamos, otros no. Algunos tienen anécdotas graciosas que contar, y muchos desearían haber estado mejor preparados. Una de las mejores historias de Primera Comunión que he oído es la de la Hermana Helena Burns en el libro Hermosa Eucaristía. El título de su historia es «Por qué mentí a mi párroco sobre la Primera Comunión». Es divertido y profundo, y una lectura obligada. Sin embargo, estoy divagando.

La primera vez que recibiste a Jesús en la Eucaristía fue un momento histórico. Entraste a una historia de 2.000 años de hombres y mujeres que han participado en la Gloria Eucarística. Te convertiste en parte de una comunidad eterna que incluye ángeles y santos que vienen todos a la misma mesa para esta única comida. Recibiste a Jesús en tu cuerpo y alma de la manera más íntima posible por primera vez.

Ya sea que recibas la Eucaristía por primera vez a los siete o a los setenta años, esa primera vez es solo el comienzo del resto de tu vida. Cada vez que recibas a Jesús a partir de ese momento, tendrás la oportunidad de tener un poderoso encuentro con el Alfa y la Omega.

Teresa de Lisieux era muy consciente de esta realidad. Sus padres, que llegaron a ser santos, la prepararon maravillosamente para la Primera Comunión. Ella escribió una maravillosa reflexión sobre su propia Primera Comunión. Nos enseña a hacer que cada encuentro con Jesús cuente.

«Por fin llegó el día más maravilloso de mi vida, y puedo recordar cada pequeño detalle de aquellas horas celestiales: mi despertar gozoso al amanecer, los besos tiernos y reverentes de las otras niñas, la habitación donde nos vestimos llena de los “copos de nieve” blancos con los que nos vistieron una tras otra— y, sobre todo, nuestra entrada en la capilla y el canto del himno de la mañana: “Altar de Dios, donde se posan los ángeles”».

Nada transformará tanto tu experiencia de la Eucaristía como aprovechar el poder de la expectativa. Más del 50 por ciento de la alegría en cualquier gran aventura de la vida proviene de la expectativa. Cuando planeas unas buenas vacaciones, te preparas para una primera cita, te preparas para el nacimiento de tu hijo, gran parte de la alegría viene antes de que tengas la experiencia.

Una de las mayores tentaciones en torno a la Eucaristía es tratarla como una parte habitual de nuestra rutina, en lugar de como el momento más significativo de nuestra semana. Y la manera de superar ese obstáculo espiritual es empezar a crear expectativas. A lo largo de la semana, prepárate para la Misa rezando la Comunión Espiritual cada día, reflexionando sobre el Evangelio de la Misa del domingo siguiente, ayunando para ser consciente intencionadamente del hambre de su alma y llegando unos minutos antes para aquietar tu corazón, mente, cuerpo y alma antes de que comience la Misa.

Nos preparamos para todo lo que consideramos importante en esta vida. La preparación crea expectativa. Y la expectativa llena nuestras almas de alegría. Cuando no nos preparamos para la Misa, revelamos nuestras prioridades equivocadas y nos privamos de gran parte de la alegría que Dios quiere darnos a través de la experiencia eucarística.

Confía. Entrégate. Cree. Recibe.

LECCIÓN

Tienes un lugar en la historia de la Eucaristía. Tienes un lugar en la historia de laIglesia católica. Tienes un lugar en el altar de Dios. Cada invitación a recibir a Jesús es un honor inconmensurable. Cada encuentro tiene el poder de cambiar tu vida. Aprovecha el poder de la expectativa preparándote para la Misa.

VIRTUD DEL DÍA

Esperanza: la virtud de la esperanza es una delicada combinación de deseo de vida eterna y espera de ella. Es una de las tres virtudes teologales (cuyo objeto es Dios): la fe, la esperanza y el amor. La esperanza es un don de Dios que nos devuelve a Dios. Repite esta sencilla oración una y otra vez a lo largo del día: «Señor, aumenta mi esperanza».

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús,

creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Cada día anhelo más de Ti.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.

Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.

Tú eres el sanador de mi alma.

Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,

la oscuridad de mi mente,

y la dureza de mi corazón.

Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.

Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.

Amén.