DÍA 23 - LA ÚLTIMA CENA

«¿Y qué es lo que demanda el SEÑOR de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?» Miqueas 6:8

¿Has intentado alguna vez que un niño obstinado tome una medicación que sabes que le ayudará significativamente? ¿Sabías que el 42 por ciento de las personas que se recuperan de un infarto no toman la medicación? En general, más del 70 por ciento no cumple las instrucciones del médico tras recuperarse de un infarto potencialmente mortal. La naturaleza humana caída es real y está en todas partes. Por eso, no es de extrañar que nos neguemos a recibir la medicación espiritual que Dios nos prescribe.

Nuestra resistencia a la Eucaristía es asombrosa. La definición de obstinado es «que se niega tercamente» y, por desgracia, trágicamente, esto describe perfectamente las relaciones de muchas personas con la Eucaristía.

Si se pide a la gente que nombre los momentos más significativos de la historia, la mayoría ni siquiera se acerca. La Última Cena es uno de los que faltan en la mayoría de las listas, y, sin embargo, si se elimina de la historia de la humanidad, todo cambia.

La institución de la Eucaristía lo cambió todo. Y la Eucaristía sigue cambiándolo todo, si cooperamos y colaboramos con Dios.

Esta fue la observación de San Juan Vianney: «No hay nada tan grande como la Eucaristía. Si Dios tuviera algo más precioso, nos lo habría dado».

Si supieras que solo te queda una noche de vida, ¿qué harías esta noche?

Pasarías todos los momentos posibles con las personas que quieres. Pondrías tus asuntos en orden espiritualmente. Y harías lo que pudieras para asegurarte de que tus seres más queridos supieran sin una sombra de duda de cuánto los amas.

La realidad de la muerte tiene ese efecto. Clarifica. Hace que nuestras verdaderas prioridades sean sorprendentemente claras.

Cuando se trata de Jesús, tenemos el caso único de la persona más importante que jamás haya vivido, la fuente de salvación para todo el mundo, que sabía exactamente cuándo y cómo iba a morir. Seríamos tontos si no nos fijáramos en los últimos días que pasó en la tierra en busca de claridad sobre lo que Jesús valora por encima de todo.

¿Qué hizo Jesús en su última noche en la tierra? Los Evangelios coinciden. Jesús reunió a sus amigos más íntimos en la Última Cena e instituyó el Sacramento de la Eucaristía.

En palabras de San Lucas: «Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y con Él los apóstoles, y les dijo: “Intensamente he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer”. […] Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: “Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí”. De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes”» (San Lucas 22:14- 16; 19-20).

Jesús sabe que va a morir al día siguiente. En pocas horas, Judas lo traicionará. Él lo sabe. Sus amigos se dispersarán y lo abandonarán. Él lo sabe. Será brutalmente torturado y crucificado. Lo sabe. Tendrá una muerte espantosa. Él lo sabe.

Cuando sabes que te estás muriendo, no es el momento de ser críptico, místico, o indirecto. No saldrías de la consulta del médico tras un diagnóstico terminal y redactarías tu testamento con un montón de metáforas y símbolos y luego dirías a tu familia: «¡Espero que entiendan lo que realmente quiero decir!». No. Serías específico y claro.

Jesús fue claro. «Esto es mi Cuerpo. Cómetelo». Y «Esta es mi Sangre. Bébela». «Hagan esto en memoria mía». No es un símbolo o una metáfora. Es una orden clara y directa. Jesús inculca a Sus discípulos que se trata de una comida sagrada de Su Cuerpo y de Su Sangre y que deben continuar con esta práctica después de que Él se haya ido.La próxima vez que estés en Misa, simplemente permítete estar en presencia de Dios. Apacigua tu mente. Imagínate cerca de Jesús en la Última Cena. Estás allí durante las últimas horas de Jesús en la tierra. Cuando el Sacerdote levanta la Hostia y dice: «Este es mi Cuerpo, tomen y coman», deja que cale en ti el hecho de que Jesús te está dando el regalo de todo Su ser. ¿Le darás todo tu ser?

Confía. Entrégate. Cree. Recibe.

LECCIÓN

La Institución de la Eucaristía lo cambió todo. Y la Eucaristía sigue cambiándolo todo, si queremos cooperar y colaborar con Dios. Resistirse a Dios es la antítesis de la sabiduría. ¿De qué manera te resistes a las cosas buenas que Dios quiere compartir contigo? Identifica tus necesidades espirituales y pide humildemente a Dios que las satisfaga cada vez que recibas la Eucaristía.

VIRTUD DEL DÍA

La gratitud: la virtud de la gratitud consiste simplemente en reconocer el bien que ya es tuyo. Practicar la gratitud nos sensibiliza ante todas las bendiciones que Dios nos ha concedido. Es fácil pasar por alto todo lo bueno que hay en

nuestras vidas y centrarnos en lo que nos frustra o nos falta. Agradece a todas las personas que hacen lo más mínimo por ayudarte. Y que tu corazón y tu mente estén siempre llenos de oraciones agradecidas a Dios.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús,

creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Cada día anhelo más de Ti.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.

Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.

Tú eres el sanador de mi alma.

Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,

la oscuridad de mi mente,

y la dureza de mi corazón.

Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.

Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.

Amén.