DÍA 21 - EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Filipenses 4:13

Una organización sin un plan estratégico tiene muchas probabilidades de desilusionar o fracasar. Lo mismo ocurre con la vida espiritual de un individuo. Si no hay un plan, el progreso se verá obstaculizado. Hacia el final de cada año, animo a los líderes a que reúnan a sus equipos y discutan esta cuestión: ¿qué es lo único que lo cambiaría todo? Esta Consagración es tu única cosa ahora, pero me gustaría animarte a pensar constantemente en esta pregunta en relación con tu vida espiritual: ¿qué es lo único que lo cambiaría todo?

La Consagración a la Eucaristía supuso un gran cambio de paradigma en mi vida espiritual. Y ha habido otros hábitos singulares que han tenido un gran impacto a lo largo de los años. El primero fue cuando empecé a pasar por la iglesia para rezar diez minutos al día cada mañana, cuando estaba en la escuela secundaria. Mi mentor espiritual me había retado a hacerlo. La segunda fue la primera vez que leí los Evangelios durante quince minutos al día. La tercera fue la Misa diaria.

No iba todos los días. Cuando tenía unos dieciséis años, mi mentor espiritual me había retado a ir a Misa diaria un día a la semana, así que empecé a ir a Misa los martes por la tarde en nuestra parroquia. Fue en la Misa entre semana donde descubrí el genio del catolicismo y la belleza de la Misa. Fue en estas silenciosas e íntimas experiencias de la Misa diaria donde este ritual sagrado comenzó realmente a encender mi amor por el catolicismo. Seguía la oración inicial, las lecturas y la oración final en mi misal, y las palabras empezaron a sondear mi corazón y a encender el fuego de mi alma. Por alguna gracia, empecé a escuchar las oraciones de la Misa, a escucharlas de verdad, y fue como si las piezas de un rompecabezas encajaran. Fue entonces cuando empecé a ver la increíble visión que Dios tiene para nuestras vidas, para su Iglesia y para el mundo.

A lo largo de las tres últimas décadas, muchas de las experiencias de Misa más intensas que he vivido han tenido lugar en pequeños grupos: en un barco de pesca en el Mar de Galilea, en la Porciúncula de Asís, en las catacumbas bajo las calles de Roma, en una capilla lateral del Maynooth College, en la cripta del Sacré Coeur y en la pequeña capilla del hotel Solar da Marta de Fátima.

Ahora me gustaría preguntarte algo. ¿Sería tu vida mejor si fueras a Misa todos los días? Comprendo que tal vez no sea posible, pero no lo descartes del todo. El diablo nos desanima llevándonos a pensar en todo o nada. Esto no es una tentación para obligarte a hacer algo. No quiero que te sientas mal contigo mismo. Tampoco quiero poner una presión indebida en tu vida. Pero no dejes que lo que no puedes hacer te impida ver lo que sí puedes hacer. Tenemos que aprender a ser honestos sobre el mejor camino, aunque no podamos recorrerlo en este momento de nuestras vidas. Esta honestidad nos libera para explorar genuinamente la pregunta: ¿qué es posible?

Cuando te hagas esta pregunta, puede que descubras que puedes ir a Misa diaria un día a la semana. Fantástico. Hazlo. Intenta ir el mismo día cada semana y conviértelo en un ritual sagrado. San Francisco de Sales observaba: «El Señor se complace en cada pequeño paso que das». Da tu siguiente paso, por pequeño que sea. Dalo.

Mientras consideras lo que es posible en el contexto de la Misa diaria, quiero plantearte hoy tres retos. El primero es el mismo que me propuso mi mentor espiritual: empezar a ir a Misa diaria un día a la semana. El segundo es elegir una semana al año e ir a Misa todos los días durante una semana. El tercero es hacer que la Comunión Espiritual que hemos estado rezando cada día al final de estas reflexiones forme parte de tu rutina diaria de oración todos los días después de que terminemos este viaje de treinta y tres días hacia tu Consagración Eucarística.

Esto cambiará para siempre la forma en que experimentas el Padrenuestro cuando rezas: «Danos hoy nuestro pan de cada día».

¿Qué es lo que lo cambiaría todo? Esta es la pregunta con la que empezamos hoy. La respuesta es un encuentro diario con la Eucaristía. Ya sea asistiendo a Misa, pasando por una iglesia para rezar ante el Sagrario, o rezando una Comunión Espiritual, decide aquí y ahora, hoy, de una vez por todas, que todos los días del resto de tu vida tendrás un encuentro diario con la Eucaristía.

Confía. Entrégate. Cree. Recibe.

LECCIÓN

Decide hoy tener un encuentro diario con la Eucaristía todos los días del resto de tu vida.

VIRTUD DEL DÍA

La devoción: la virtud de la devoción consiste en el deseo leal, amoroso, consistente y entusiasta de agradar a Dios en todas las cosas. Es un acto específicamente religioso, elegido deliberada y libremente, y dirigido hacia Dios.

¿A quién o a qué podría deducir un observador externo que eres devoto? Demasiadas personas pierden su devoción. Ten cuidado de no poner la tuya en el lugar equivocado. Dar algo que pertenece a Dios a cualquier persona o cosa es un grave desorden.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús,

creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Cada día anhelo más de Ti.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.

Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.

Tú eres el sanador de mi alma.

Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,

la oscuridad de mi mente,

y la dureza de mi corazón.

Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.

Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.

Amén.