DÍA 18 - LOS FRUTOS DE LA EUCARISTÍA

«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Filipenses 4:13

«¿Qué gano yo con esto?», me dijo. Al principio me quedé un poco estupefacto, pero luego me di cuenta de que él no estaba siendo grosero. El tono de su voz era bastante sincero. Era simplemente la naturaleza humana en bruto. Y ahora entendía por qué él se había resistido. Simplemente no podía ver cómo mi propuesta iba a beneficiarlo. Lo haría. Solo tenía que mostrárselo. Y más tarde me di cuenta de que todos somos así a veces.

A veces necesitamos saber cómo nos beneficiará algo. Y eso está bien. Hablemos entonces de otros beneficios de la Eucaristía.

¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que sabías que no era bueno para ti?

¿Por qué lo hiciste? Piensa en razones, inventa excusas, pero al final todo se reduce a esto: tienes deseos desordenados que son difíciles de controlar. La gracia de la Eucaristía puede ayudar con eso.

En la carta de San Pablo a los Romanos hay un momento angustioso y familiar en el que dice: « Porque lo que hago, no lo entiendo. Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. […] Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero» (Romanos 7:15, 19).

¿Has sentido alguna vez esa pugna? Te encuentras en el momento de tomar una decisión. Sabes lo que es bueno y correcto. Sabes que, en última instancia, te hará más feliz. Sabes que es lo mejor para ti. Y, sin embargo, te encuentras haciendo lo que es malo de todos modos. Esto puede ser increíblemente frustrante, y la gracia de la Eucaristía puede ayudarte también con esto. No estás solo. Esto nos pasa a todos más a menudo de lo que queremos admitir. Sabemos que deberíamos rezar en lugar de ver otro episodio de televisión… pero ahí estamos en el sofá otra vez. Sabemos que sería mejor comer la ensalada en lugar de la hamburguesa con queso… pero antes de darnos cuenta, estamos pidiendo una hamburguesa doble con papas fritas. Sentimos el deseo de escuchar a nuestros hijos o a nuestro cónyuge… pero, casi sin darnos cuenta, sacamos el teléfono y nos ponemos a leer los mensajes.

Jesús nos diagnostica el problema cuando dice: «El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil» (San Mateo 26:41). No podemos escapar de nuestros cuerpos y la fuerza de voluntad por sí sola no es suficiente para vencer todas las tentaciones, así que estamos atrapados en este dilema.

La buena noticia es que Jesús proveyó una manera de vencer estas situaciones. No con nuestra fuerza, sino con la y darnos la gracia que necesitamos para apartarnos de lo que nos hace mal y hacer lo que es bueno. Cada vez que recibes la Eucaristía, Jesús te da dones extraordinarios para ayudarte a vivir la vida para la que fuiste hecho. La siguiente es una breve lista de algunos de los frutos y dones que afluyen a tu alma cada vez que recibes la Eucaristía:

Amistad con Jesús.

Deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios. Limpieza del pecado venial.

Hambre de virtud.

Gracia para evitar el pecado en el futuro. Corazón a la escucha del Espíritu Santo. Deseo de conocer y amar a Dios.Tómate unos minutos para reflexionar sobre esta lista. Es una lista increíble de dones. ¿Cuál de ellos no necesitas? Piensa en situaciones en tu vida que salieron mal: ¿cuál de estos dones podría haberte ayudado a prevenir esos resultados?

¿Cuáles necesitas ahora mismo en tu vida? ¿Te encuentras en una situación en la que podrías beneficiarte de alguno de estos dones? Pide a Jesús que inunde tu alma con ese don particular la próxima vez que recibas la Eucaristía.

Deberíamos anhelarlas más que cualquiera de las cosas que anhelamos. San Juan Bosco observaba: «¿Quieres muchas gracias? Visita a menudo al Santísimo Sacramento. ¿Quieres pocas gracias? Visita al Santísimo Sacramento pocas veces. ¿No quieres ninguna? Entonces no visites nunca al Santísimo Sacramento».

Lo hermoso de estos dones es lo relevantes que son para nuestra vida cotidiana. A la Iglesia Católica y a la Misa se las acusa a menudo de ser irrelevantes, pero eso es mentira. Esta lista de dones y frutos que fluyen de la Eucaristía hacia ti es increíblemente práctica. Acéptalos y tendrás mejores relaciones, harás tu mejor trabajo y tendrás más claridad en cada decisión que tomes por el resto de tu vida.

Estos frutos de la Eucaristía te ayudarán a ser cada día una mejor versión de ti mismo. Te ayudarán a convertirte en todo aquello para lo que Dios te creó. La gracia de la Eucaristía te ayudará a hacer la siguiente cosa correcta. Haz la siguiente cosa correcta con la frecuencia suficiente y durante el tiempo suficiente, y empezarán a suceder cosas asombrosas.

Confía. Entrégate. Cree. Recibe.

LECCIÓN

Todos experimentamos una lucha entre lo que queremos hacer y lo que estamos llamados a hacer. Todos tenemos deseos desordenados que necesitan ser controlados. La gracia y los dones de la Eucaristía nos permiten sortear estas luchas. ¿Qué fruto de la Eucaristía necesitas ahora en tu vida? La próxima vez que recibas la Eucaristía, pide a Jesús que inunde tu alma con ese don concreto.

VIRTUD DEL DÍA

La receptividad: la virtud de la receptividad implica abrir completamente nuestros corazones, mentes, cuerpos y almas a Dios y permitirle que trabaje sin impedimentos en nuestras almas y en nuestras vidas.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús,

creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Cada día anhelo más de Ti.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.

Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.

Tú eres el sanador de mi alma.

Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,

la oscuridad de mi mente,

y la dureza de mi corazón.

Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.

Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.

Amén.