DÍA 14 - MARÍA: EL PODER DEL SÍ
«Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». Colosenses 3:2
Uno de los frutos de la consagración es una mayor conciencia de lo poderoso que es nuestro «sí». El libre albedrío es un don extraordinario. Es la esencia del amor. La capacidad de decir «sí» conlleva un poder y una responsabilidad sobre los que pocas personas en la historia han reflexionado lo suficiente como para tomárselos en serio. En la mayoría de los casos, lo damos por sentado y abusamos de esta extraordinaria capacidad. Pero cada vez que dices «sí», te cambia. Para siempre.
La Consagración consiste en decir «sí» a Dios. Esta Consagración a la Eucaristía será un gran «sí». Uno de los mayores «síes» de tu vida.
Una palabra. Dos letras. «Sí». Al final todo se reduce a eso. ¿Estamos dispuestos a decir «sí» a Dios?
Hay algunas líneas hermosas en las Escrituras que lo resumen todo. En la pared de la habitación de mis hijos hay un cuadro del arca de Noé, y en el marco de madera están
inscritas las palabras «Y Noé hizo conforme a todo lo que el SEÑOR le había mandado». (Génesis 7:5) Eso es. Haz lo que Dios te pida. En las bodas de Caná, María dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que Él les diga» (San Juan 2:5) Di «sí» a Dios en todo.
Momento a momento, cada uno de nosotros está llamado a abrazar Su voluntad. Es algo monumentalmente sencillo, pero encontramos infinitas maneras de complicarlo y evitarlo.
¿Por qué no buscamos apasionadamente la voluntad de Dios? Con demasiada
frecuencia me encuentro diciendo «sí» a Dios a regañadientes. No es un «sí»
generoso. Lo sé, y sé que Dios lo sabe.
Cuando el ángel Gabriel acudió a María para anunciarle que Dios quería que diera a luz a su Hijo, ella respondió con un «sí» rotundo. En ese momento de hermosa entrega, María se convirtió en el primer Sagrario que albergó el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el Salvador del mundo. Cada vez que recibimos la Eucaristía, nos convertimos también en Sagrarios vivientes que contienen a Jesús.
El «sí» de María resuena a lo largo de la historia. Fue el gran «sí». Sus humildes palabras de entrega: «Hágase conmigo conforme a tu palabra» (San Lucas 1:38) son una espiritualidad en sí mismas. Buscar y hacer la voluntad de Dios ha sido el camino de los santos durante más de 2.000 años.
Aunque de la entrega de María se pueden extraer infinitas inspiraciones, lo que sucedió después es lo que nos abre los ojos a lo que significa realmente llevar a Jesús al mundo.
A María le acababa de decir que iba a ser la madre de Dios, que llevaría al
Mesías en su vientre, y sin embargo su primer pensamiento fue para los demás.
¿Con qué frecuencia tu primer pensamiento son los demás? Leemos en las Escrituras que María «se levantó y fue apresuradamente» a ver a su prima Isabel (San Lucas 1:39), de quien María acababa de descubrir que estaba embarazada, ya anciana, de Juan Bautista.
¿Cuándo fue la última vez que respondiste a tu cónyuge, a tus padres o a tus clientes «apresuradamente»? Cuando tu marido o tu mujer te piden que hagas algo, o cuando tu jefe en el trabajo te pide que hagas un pequeño extra, ¿respondes con entusiasmo para servir? Vivimos en una época de sinsentido porque hemos perdido de vista que nuestro propósito es servir a Dios y a los demás. Y mientras más pensamos en nosotros mismos, más infelices nos volvemos.
María se apresuró a servir a Isabel. Fue su primera reacción. Su respuesta instintiva. Con demasiada frecuencia, mi primera reacción es de egoísmo: «No tengo ganas». «Lo haré más tarde». «¿No puede hacerlo otro?». Pero María tenía instinto de servicio y una gran humildad.
Dios quiere llenarnos de un santo sentido de urgencia. Cada día la gente pierde la
esperanza. Dios parece estar lejos de ellas. Se sienten abandonadas, invisibles, no queridas.
Es mucho lo que está en juego. María quiere enseñarnos a amar a Dios y al prójimo con este santo sentido de la urgencia.
Y aún hay otra lección para nosotros. Las Escrituras nos dicen que cuando María saludó a Isabel, el niño Juan Bautista saltó de alegría en su vientre. Incluso en el vientre materno, Juan Bautista reconoció que estaba en presencia de Dios.
Hay una conexión entre este pasaje y otro del Antiguo Testamento en el que David baila de alegría ante el Arca del Testimonio. Para el pueblo judío, el Arca del Testimonio era la morada de Dios entre ellos. Así como David bailaba de alegría en presencia de Dios, ahora vemos a Juan Bautista bailando de alegría en presencia de Dios. En aquel momento, María era un Sagrario humano, la nueva Arca del Testimonio. El niño Juan Bautista ya tenía la extraordinaria conciencia espiritual de reconocer esa asombrosa verdad y bailaba de alegría.
¿Llevas alegría a la vida de la gente? ¿Experimenta la gente alegría cuando se entera de que vas a visitarla? Si llevas a Jesús contigo a todas partes, te convertirás en un embajador de la alegría.
El Arca del Testimonio era la morada de Dios en la tierra. El cuerpo de María era ahora la morada de Dios en la tierra. Y cuando recibes a Jesús en la Eucaristía te conviertes en la morada de Dios en la tierra.
El problema es que hemos perdido nuestros sentidos. Es un dicho común, pero
¿qué significa? Significa: incapaz de encontrar el camino o de saber dónde se está; confuso, desconcertado o indefenso. Realmente hemos perdido nuestros sentidos espirituales. Ya no somos capaces de reconocer la presencia de Dios. Nuestros sentidos espirituales han sido embotados y ahogados por el caos de nuestras vidas. Supliquemos a Dios que despierte y agudice nuestros sentidos espirituales para que podamos reconocerlo en cada momento y danzar de alegría.
Con cada pequeño «sí» que le demos a Dios, nuestros sentidos espirituales serán despertados, restaurados, agudizados y fortalecidos. Di «sí» a Dios hoy de tantas pequeñas maneras como sea posible. Así estarás preparado cuando se te pida un gran «sí». ¿Cómo lo harás? Dándote cuenta de dónde viene la fortaleza. ¿Puedes hacerlo tú solo? No, pero puedes hacerlo. Recuérdatelo a ti mismo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).
Confía. Entrégate. Cree. Recibe.
LECCIÓN
Di «sí» a Dios en todas las cosas. Busca activamente oportunidades para decir
«sí» a Dios a lo largo del día.
VIRTUD DEL DÍA
La humildad: la virtud de la humildad es el punto de partida de la vida espiritual. Las pequeñas obras hechas con humildad son infinitamente más agradables a Dios que las grandes obras hechas con orgullo. El autoconocimiento hará que la humildad se arraigue en tu vida y en tu alma. La dignidad interior que nace de la humildad es asombrosamente atractiva.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
Jesús,
creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
Cada día anhelo más de Ti.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento, Te invito a que vengas y habites en mi corazón.
Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.
Tú eres el sanador de mi alma.
Quita la ceguera de mis ojos, la sordera de mis oídos,
la oscuridad de mi mente,
y la dureza de mi corazón.
Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.
Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.
Amén.
