DÍA 1 - SIMPLEMENTE PASANDO
«Este es el día que el SEÑOR ha hecho, regocijémonos y alegrémonos en él». Salmo 118:24
Durante miles de años, hombres y mujeres de todas las edades, razas y culturas han tratado de comprender el sentido de la vida. Las personas de nuestro tiempo no son diferentes.
A lo largo de la historia, científicos y filósofos, teólogos y artistas, políticos y activistas sociales, monjes y sabios, y hombres y mujeres de todas las clases sociales han discutido y debatido muchas cuestiones en la búsqueda por descubrir el sentido de la vida. Y aunque sus discusiones han sido muchas y variadas, toda la búsqueda de respuestas por parte de la humanidad puede agruparse en torno a cinco preguntas.
Estas son las cinco preguntas que la humanidad se ha planteado consciente e inconscientemente desde el principio de la historia de la humanidad. Aunque seamos incapaces de articularlas, tú y yo nos las planteamos constantemente en nuestra vida cotidiana. Seamos conscientes de ello o no, toda nuestra existencia es una búsqueda para responder estas cinco preguntas. Buscamos las respuestas a estas preguntas directa e indirectamente cada día. Y el modo en que respondemos estas preguntas determina la forma y el rumbo de nuestras vidas. Estas son las cinco preguntas que todo corazón anhela responder:
¿Quién soy yo?
¿De dónde vengo?
¿Para qué estoy aquí?
¿Cómo lo hago?
¿Hacia dónde voy?
Nuestro viaje juntos responderá estas preguntas. Será un viaje de la confusión a la claridad, un viaje del caos al orden. En los próximos treinta y tres días tendrás claro qué es lo que más importa y qué es lo que menos importa. Esta claridad será liberadora y vigorizante.
La sabiduría de los jóvenes e inocentes es incomparable. Un día de la semana pasada, mi hijo Ralph, de cinco años, entró a mi despacho para darme las buenas noches. Le di un gran abrazo y un beso, y le dije:
«Eres maravilloso, Ralphie. Te quiero dos veces siempre».
«No, papá», me contestó.
«¿Qué quieres decir?», le pregunté.
«Solo hay un siempre, papá», dijo con gran confianza.
«¿De verdad?», volví a preguntar.
—Sí, esta vida no es para siempre. Solo estamos de paso en este mundo. El único para siempre está en el Cielo con Dios.
Tomémonos un momento para reflexionar. Lo dice un niño de cinco años. «Esta vida no es para siempre. Solo estamos de paso en este mundo». ¡Poderoso! Y es un gran lugar para comenzar nuestro viaje de treinta y tres días juntos.
La verdad: todos estamos de paso en este mundo.
Somos peregrinos. La vida es una peregrinación. Es un viaje sagrado hacia un destino muy concreto. Sin embargo, olvidamos esto, o nunca nos lo han enseñado, o nos distraemos y caemos en la creencia de que somos turistas. No lo somos. Somos peregrinos.
Durante miles de años, hombres y mujeres de todas las religiones han hecho peregrinaciones. Estos viajes sagrados son experiencias poderosas que hacen las personas en busca de Dios, de Su voluntad y de Su favor. Por encima de todo, estos viajes sagrados nos recuerdan que la vida misma es una peregrinación, y que solo estamos de paso por este lugar que llamamos Tierra.
En los últimos treinta años, he tenido la gran suerte de poder visitar muchos lugares sagrados. He visitado Fátima más de veinticinco veces, Roma y Asís docenas de veces, y la Tierra Santa, donde he caminado por donde Jesús caminó y donde fui testigo de cómo los Evangelios cobran vida como nunca antes, y recorrí dos veces el Camino. En estos viajes sagrados, en los que he viajado con peregrinos de todas las profesiones y condiciones sociales, he sido testigo de cómo miles de personas han vivido experiencias que han cambiado su vida y me han transformado personalmente. También he hecho peregrinaciones a mi parroquia local, a la parroquia de mi infancia y a las catedrales y basílicas de innumerables ciudades alrededor del mundo.
Una peregrinación no tiene por qué ser una aventura internacional. Y aunque espero que algún día puedas unirte a mis colegas de Dynamic Catholic en una de nuestras extraordinarias peregrinaciones, es crucial que entendamos que este viaje de treinta y tres días en el que nos embarcamos juntos es una experiencia de peregrinación igualmente poderosa.
Cuando viajo en peregrinación con grupos, siempre reúno a los peregrinos la primera noche, después de un largo día de viaje, para centrar sus corazones en dos pensamientos.
Este es el primero. La vida es una peregrinación, pero a veces necesitamos una peregrinación para redescubrir la vida. Los viajes sagrados centran nuestros corazones, mentes, cuerpos y almas en lo que más importa. Este viaje de la confusión a la claridad nos permite vivir más plenamente que nunca con pasión y propósito.
Este es el segundo. ¿Vas a ser peregrino o turista?
Mañana analizaremos la diferencia entre peregrinos y turistas. Hoy, seamos conscientes de que emprendemos juntos un viaje. Un viaje al Santo de los Santos, al alma de Cristo, a la Gloria Eucarística.
Al igual que el pueblo judío comió maná del Cielo durante sus cuarenta años de peregrinaje por el desierto antes de entrar a la Tierra Prometida, nosotros también comemos maná del Cielo durante nuestro peregrinaje por esta tierra antes de entrar a la Tierra Prometida definitiva en la otra vida.
La Eucaristía es este maná del Cielo. La Eucaristía es alimento para el alma, alimento espiritual para el camino, que nos conecta con el Cielo (CIC 1402-1405). Cada vez que recibimos a Jesús en la Eucaristía —el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad— tocamos el Cielo. Es esta Gloria Eucarística la que nos da la paciencia y el valor que necesitamos para la sagrada peregrinación que llamamos vida.
Confía. Entrégate. Cree. Recibe.
LECCIÓN
La vida es una peregrinación. Estamos de paso por este mundo.
VIRTUD DEL DÍA
La paciencia: la virtud de la paciencia profundiza tu capacidad para afrontar los retos de la vida. Es una forma de sufrimiento. Aunque a menudo es leve, refina el carácter y el alma. Puedes disciplinarte para ser paciente. Esto es lo que hacen los sabios y los felices.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
Jesús,
creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Cada día anhelo más de Ti.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Ya que no puedo recibirte sacramentalmente en este momento,
Te invito a que vengas y habites en mi corazón.
Que esta comunión espiritual aumente mi deseo de la Eucaristía.
Tú eres el sanador de mi alma.
Quita la ceguera de mis ojos,
la sordera de mis oídos,
la oscuridad de mi mente,
y la dureza de mi corazón.
Lléname de gracia, sabiduría y valor para hacer Tu voluntad en todas las cosas.
Señor mío y Dios mío, acércame a Ti más que nunca.
Amén